Lo que la abogacía aprendió a causa del incendio del edificio Windsor y el “teletrabajo»

En 2020, las firmas han seguido haciendo lo mismo que ya hacían. Incluso dentro de la oficina, los abogados “teletrabajan” con otras oficinas, otros abogados, otros países e incluso compañeros de otras plantas. ¿Por qué, entonces, surge la demanda de los profesionales para alejarse de la oficina que estamos escuchando en muchas conferencias y foros?

diciembre 3, 2020 |

2 min lectura

Por Miguel Ángel Pérez de la Manga

La noche del sábado 12 al 13 de febrero de 2005, ardía y se destruían por completo varias plantas del edificio “Windsor” situado en la zona conocida como AZCA en Madrid. Entre las empresas que tenían a sus profesionales en el edificio se encontraba parte de la firma de abogados Garrigues o la consultora Deloitte.

Garrigues tenía en ese edificio su departamento de procesal, entre otros. Según recordaba uno de sus socios directores en aquellos años, José María Alonso, “ese mismo día citamos aquí -en la actual oficina- a los 130 abogados que estaban en Windsor y tenían que hacer un ejercicio de memoria para saber qué les vencía esa semana porque no teníamos un papel, estaba todo quemado” (Expansión, 02.06.2009)

También recordaba una llamada de Rodrigo Uría “ofreciéndonos sus instalaciones en Príncipe de Vergara, cuando todavía no se habían establecido ellos; al final lo arreglamos con IBM, que nos cedió un edificio preparado”.

En aquel año, las oficinas cumplían una función principal: el almacenamiento y gestión del conocimiento. La alternativa al desastre causado por el incendio era encontrar un edificio rápido donde volver a instalar todo lo necesario para que sus abogados pudieran tener acceso a la información.

Quince años más tarde, ante la crisis sanitaria iniciada en marzo de 2020, las firmas de abogados contaban con la información descentralizada. El acceso a la misma se podía realizar desde cualquier lugar, y la solución a la imposibilidad de trabajar en la oficina se ha salvado trabajando en casa.

Si nos detenemos a reflexionar sobre las dos situaciones descritas, la de 2005 provocó que los despachos reforzaran la seguridad en el acceso a la información. De la noche a la mañana los servidores del despacho podían quedar inutilizados, y era necesaria una alternativa de seguridad adicional.

En 2020, las firmas han seguido haciendo lo mismo que ya hacían. Incluso dentro de la oficina, los abogados “teletrabajan” con otras oficinas, otros abogados, otros países e incluso compañeros de otras plantas. ¿Por qué, entonces, surge la demanda de los profesionales para alejarse de la oficina que estamos escuchando en muchas conferencias y foros?

Si bien es cierto que la oficina en una firma de abogados ya no es necesaria para centralizar información, cumple con otras funciones como la socialización, la formación de nuevos profesionales, la creatividad en el trabajo en equipo, y la generación de un entorno adecuado a la intensidad del trabajo de conocimiento, que no todo el mundo tiene en su casa.

Si las firmas de abogados quieren abordar la demanda de los profesionales para trabajar desde casa (no para “teletrabajar”, eso ya lo hacen) sería conveniente examinar las causas que han generado las tensiones que provocan la demanda, tales como tiempo de desplazamiento, mayor disponibilidad horaria, mayor tendencia a la multitarea por peticiones no planificadas, o imposibilidad de integrar mínimamente la vida familiar y la profesional. Y una vez examinadas, comprobar si no sería mejor abordar estas tensiones para no perder las funciones que aporta la oficina y la socialización en las firmas de servicios profesionales.

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